El periodista porteño Alejandro Agostinelli editó el libro que retoma el mítico caso de los extraterrestres que revolucionó a Mendoza en 1968. Lo presentan hoy en nuestra provincia. La docu-historia revisa los avistamientos argentinos, que involucran chupacabras, enanos verdes y espiritismo. Revival de la cultura alien: vuelve V Invasión Extraterrestre a la TV y la remake de Star Trek lidera las taquillas. Los invasores, entre nosotros...
domingo, 31 de mayo de 2009 Los Andes On Line
De antemano, no es difícil imaginarse a Alejandro Agostinelli -un periodista interesante, rastreador de fenómenos- escrutando los Expedientes X de este lado del mundo.
Entre el placer de la crónica y el flashback de archivo: así debe haber empezado el proyecto de esta antología de lo insólito, que Sudamericana acaba de editar bajo el título “Invasores”. Y así terminó: más de 300 páginas escritas con la excelente excusa de narrar los avistamientos extraterrestres más sorprendentes de la Argentina, incluyendo el famoso caso mendocino de los hombrecillos verdes que revolucionó a la ovnilogía cuyana en el ’68.
Lo que para un periodista es el interés detectivesco por el mapa paranormal, para los protagonistas de estas historias -los contactados- es la exhumación de una experiencia extrema.
Por eso estarán esta noche en Mendoza, tanto Agostinelli como las voces que testimoniaron ese ‘encuentro cercano’ que impactó en la comarca a fines de los ’60, entre ellos el periodista de Los Andes Miguel Títiro. Será la presentación local del libro, una velada imperdible en Los Dos Amigos (Ituzaingó y Santa Fe) a las 20 horas.
Contacto tierra adentro
Una pareja desaparece en Chascomús y aparece instantáneamente en México como por arte de Jumper; dos empleados del Casino de Mendoza encuentran hombrecillos verdes con los que telepatizan; una dupla de espiritistas porteños hacen contacto con un ‘ingeniero’ de Ganímedes, la mayor luna de Júpiter; una mujer llamada Silvia Pérez funda en Victoria, Entre Ríos, el Museo del Ovni.
Los relatos de “Invasores” parecen esquivar de entrada el fervor ufológico pero implantan, en todo caso, un adjetivo inquietante: “historias reales”, resalta la tapa. ¿Reales, decís? “Sí”, consiente el autor, “porque se trata de historias documentadas. En las que el lector puede disfrutar de los recuerdos y experiencias de sus protagonistas, pero teniendo a mano datos históricos duros. Ninguna historia es irreal. Todas han salido en los diarios, en noticieros y eventualmente en libros autobiográficos”.
Así, con varios testimonios directos que son puro oro narrativo, Agostinelli seleccionó las 11 invasiones. ¿Qué provocará su lectura, ahora que el tema alien parece un poco retro? “Ni idea, ése es otro misterio”, desliza el autor. Acaso, será una excelente oportunidad para volver a la estrafalaria manía de desplegar la sillita y ponerse a escrutar estos cielos.
Che, ovni
Éste -queda claro- es un imaginario cargado de paranoia conspirativa, alucinación y deseo.
Encima, las versiones argentas suman chupacabras, erks, tours al Uritorco y abducciones bizarras como la de Zulma Fayad. Hay, incluso, una traducción del Martín Fierro al ‘varkulets’ (curiosa lengua alienígena). Y una constante: a diferencia de otros países, que señalan a Marte o Venus como patria extraterrestre, los argentinos se conectan más con los visitantes de Ganímedes, un satélite joviano.
“Los ovnis, las historias que se cuentan alrededor de ellos y los efectos que tienen en la cultura, es uno de los temas a los cuales le dediqué más tiempo y pasión en toda mi vida”, cuenta con franqueza Agostinelli.
-¿Y cómo elegiste los casos? ¿Cómo supiste que las historias eran ésas y no otras?
-Fueron las que más me impactaron mientras me dediqué al estudio de la temática ovni.
Aparte, por haber trabajado en documentales para televisión, tengo una formación bastante visual. Sé cuáles son las historias más atractivas, envolventes y sugestivas. Mi criterio de selección fue doble.
Por un lado, todas debían revelar aspectos desconocidos de las vidas de sus protagonistas. Por el otro, cada historia debía merecer una película. Si por cualquier razón (falta de información, imposibilidad de acceder a los testigos directos, ese tipo de cosas) no me cerraba, iban a la heladera.
-Imposible no preguntarte cuál te impactó más.
-Hay dos aventuras de final abierto, que mantienen misterios duros de roer. Una de ellas es el llamado caso Vidal, que empezó con una noticia publicada en junio de 1968. Daba cuenta de un matrimonio que iba en su auto por una ruta de Chascomús, en la provincia de Buenos Aires, hasta que entró en un banco de neblina, donde perdieron el conocimiento. Luego, la pareja reapareció con su coche en la ciudad de México.
En este caso descubrí que casi un año antes se había comenzado a rodar la película “Che Ovni”. Ese film, dirigido por Anibal Uset, comienza con una pareja que es teletransportada por un plato volador desde Buenos Aires hasta Madrid con auto y todo. Se estrenó dos meses después del caso del matrimonio Vidal, que nunca se pudo localizar y difícilmente haya existido.
Como toda leyenda, la controversia persiste. Anibal Uset no puede probar categóricamente que echó a rodar el caso para promover su película. De todos modos, en mi libro publico indicios que respaldan su afirmación. Le sigue, sin duda, el caso mendocino de los empleados del Casino. (Ver despiece)
-¿Qué mapa trazaste en tu recorrido?
-Como te digo, una vez que elegí las historias seguí un orden más o menos cronológico. Otras veces sumé relatos según la proximidad geográfica. Viajé a Mendoza para tratar de localizar a los empleados del Casino, Juan Carlos Peccinetti y Fernando Villegas. Pero también con otros posibles protagonistas de lo que parecía haber sido una broma, a partir de una pista que me dieron en Mar del Plata.
Luego anduve por Chile, donde entrevisté al físico-matemático Pablo Kittl Duclout, sobrino de los hermanos Jorge y Napy Duclout, que es el único familiar vivo de los primeros contactados argentinos.
A comienzos de los años cincuenta, Jorge y Napy eran espiritistas. Durante sus sesiones mediúmnicas, un espíritu, al que identificaban como “un ingeniero de talento”, les hablaba sobre la vida en Ganímedes, el satélite natural de Júpiter. Me encantó descubrir quién era el ingeniero que se comunicaba con ellos. Pero no te lo voy a decir.
Es el final de esa historia, perdería gracia. Subir hasta la azotea del edificio Kavanagh, donde fueron citados por el comandante de un plato que iba a llegar desde Júpiter, fue el primer viaje. También visité Santa Rosa, porque La Pampa es la patria de la oleada de vacas mutiladas que se desató en 2002, y la ciudad de Victoria, Entre Ríos, donde funciona el Museo Ovni de Silvia Pérez Simondini.
Lo cierto es que los terrícolas fueron, para Alejandro, infinitamente más complejos y fascinantes que los aliens.
Paréntesis uno: “Aníbal Uset fue el primer cineasta argentino que viajó por el mundo para rodar una comedia basada en los rumores extraterrestres de los años sesenta, y otras tantas con Martín Rappallini, por entonces un joven escribano acusado de silenciar la verdad sobre la legendaria abducción matrimonial, justificaron otro capítulo.
El Muñeco Mateyko, Pipo Mancera, Javier Portales, Cuchuflito, Jorge Sobral, Marcela López Rey, Erika Wallner y Perla Caron fueron las estrellas de la versión cinematográfica de la historia. ¿Una reliquia? Y, sí. La odisea olió a rancio hasta cuando supe que Catherine Fulop, en los noventa, había protagonizado una curiosa remake. En España ella también había sido convencida de haber sido teleportada por extraterrestres”.
Paréntesis dos: Pablo Kittl Duclout, físico-matemático hallado al pie de los Andes, alertó al investigador sobre el fascinante destino de sus tíos ( protagonistas del primer avistaje anunciado de un plato volador desde la azotea del edificio Kavanagh, en 1954).
Al parecer, dos años antes un espíritu les reveló la existencia de una tecnología superior. “Tan extraordinarias fueron aquellas revelaciones que inspiraron a Napy para que filmara la primera película argentina en 3D, ‘Buenos Aires en relieve’ (1954)”, apunta Alejandro.
Tres: “También visité el geriátrico donde se hospeda Martha Green, una anciana hermosa que en los cincuenta fue arrebatada de la Tierra por Enis, su amante de otra dimensión, mientras su esposo -un militar peronista- era acosado por la dictadura de Aramburu”. Bajamos...
-¿A qué distancia se coloca “Invasores” de la ufología?
-No te diría “a años luz” porque sería una fanfarronada. Pero creo que no podría haber escrito un libro como éste mientras era ufólogo. Tampoco cuando fui militante del escepticismo. Creo que la distancia justa es haberme dado cuenta de que los protagonistas eran mis entrevistados.
Y elegí la primera persona para hacerme cargo de mi propia subjetividad.
-¿Y de Fabio Zerpa?
-Zerpa está convencido de que son extraterrestres los de sus historias. Yo estoy convencido de que existen los seres humanos. Algunos de los cuales afirman haber vivido experiencias con extraterrestres.
-¿Entonces creés o no en la existencia alienígena?
-No es que crea o no, pueden existir. Pero, en tal caso, me los imagino demasiado inteligentes. Tanto que dudo que se tomen el trabajo de visitar la Tierra. A lo mejor, si leen “Invasores”, se darán cuenta de que somos una especie muy interesante. Por Mariana Guzzante
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http://www.losandes.com.ar/notas/2009/5/31/estilo-427030.asp
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