A 22 años luz, mirando hacia la cola del escorpión, está la estrella Gliese 667 C. En la constelación enemiga de Orión, que se puede ver empezando julio, por el suroriente de Medellín (Colombia), se encuentra uno de los sistemas más interesantes para los astrónomos de la Alma Mater, en la búsqueda de planetas habitables entre los que hoy hay registrados 1.795 exoplanetas.
Gaseosos como Saturno y Júpiter; pequeños, estériles y rocosos como Mercurio, planetas ricos en carbono; planetas alrededor de Pulsars; y de muchos más tipos, componen el abanico de los que Borges llamó “animales esféricos” del universo. Se enuncian así por los materiales que los componen. Pero en relación con sus movimientos, a algunos de estos cuerpos celestes se les pueden llamar “planetas perezosos”.
Estos planetas han sido nombrados así por Pablo Cuartas y Jorge Zuluaga, investigadores del grupo de Física y Astrofísica Computacional –Facom– del Instituto de Física de la Universidad de Antioquia. Justamente, con el nombre Jorge Iván Zuluaga, fue bautizado, el pasado 20 de mayo, un planeta menor de nuestro sistema solar descubierto por su colega científico Ignacio Ferrín.
A lo largo de sus vidas, tras miles de años o decenas de ellos, estos “planetas perezosos” suelen disminuir su periodo de rotación, se van quedando quietos. Gliese 667 C, la tercera estrella de un sistema triple, contiene seis planetas de tipo terrestre, tres de los cuales están dentro de la zona de habitabilidad, es decir, dentro de una distancia con respecto a su estrella en la que, entre otras cosas, podrían sostener agua líquida en sus superficies.
Gliese 667 C es una enana roja que tiene el 33 por ciento de la masa de nuestro sol y solo el 1 por ciento de su luminosidad. Es una estrella muy pequeña y opaca. Sus planetas, que tienen entre una y diez masas terrestres, están muy cerca entre ellos y muy cerca de su estrella, de manera que comparándolo con nuestro sistema solar, la órbita de casi todos estos planetas cabrían en la de Mercurio, que es nuestro primer planeta. Así, Gliese 667 C incide fuertemente en los periodos de rotación de sus seis satélites, los perturba, los cambia, los vuelve cada vez menores.
La Tierra gira sobre su propio eje 365 veces mientras que da una vuelta alrededor del Sol, es decir, está en resonancia 365:1, pero también, con el tiempo, que no es perceptible al tiempo de vida del hombre, la Tierra se está “deteniendo”.
Lo que hasta ahora han descubierto estos dos científicos es que hay una tendencia a que estos planetas queden en una resonancia 3:2, es decir, que mientras que dan dos vueltas alrededor de Gliese 667 C, dan tres vueltas alrededor de su propio eje, tal como lo hace Mercurio con nuestro Sol. Los días tendrían largos periodos de tiempo, así como las noches. Implicaría largos periodos de tiempo de altas temperaturas, y otros de bajísimas.
¿Qué efectos tendría esto para la habitabilidad? En estos momentos se están desarrollando estudios que buscan las posibilidades de que en estos “planetas perezosos”, con una atmósfera y un campo magnético lo suficientemente protectores, pudiera desarrollarse vida.
“Es un proyecto a dos años —cuenta el investigador Pablo Cuartas—. Empezó a mediados del 2013 y va hasta principios del 2015. Es justamente un proyecto de investigación alrededor de la habitabilidad de planetas terrestres en sistemas de estrellas de secuencia principal. Entonces este es apenas el primer resultado del proyecto de investigación, pero seguimos trabajando, porque además tenemos la idea de hacer modelos de interacción de la estrella, los campos magnéticos terrestres. Nosotros tenemos algunos modelos pero son muy simples, entonces parte del proyecto es desarrollar mejor estos modelos, desarrollar mejores modelos de la evolución interior y de la estructura interior de los planetas, de su evolución térmica y todo eso hace parte del proyecto”.
En el laboratorio de estos dos científicos, que es un computador, se modelan las características de unos lejanos exoplanetas parecidos a nuestra Tierra, que llevan consigo una porción del entendimiento del cosmos. “La idea de encontrar panetas parecidos a la Tierra es posiblemente uno de los objetivos más importantes de la ciencias planetarias y de la astrobiología del siglo XXI”, concluyó el científico.
Fuente
Web http://grupogabie.blogspot.com/
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