2/4/15

Y el agujero negro rechazó su cena

El 5 de enero de 2012, un artículo en Nature confirmaba que G2, una nube de gas tres veces mayor que la Tierra y que fue descubierta diez años antes cerca del centro de nuestra galaxia, se dirigía directamente hacia Sagitario A*, el enorme agujero negro que duerme en el centro de la Vía Láctea. Desde ese momento, equipos de astrónomos de todo el mundo siguieron de cerca el avance de la nube hacia lo que se consideraba un final inevitable. Sería la primera vez, además, que los científicos tuvieran la ocasión de observar en directo la "merienda" de un agujero negro.

La máxima aproximación de la nube a Sagitario A* se produjo en mayo del pasado año pero, para decepción y sorpresa de los astrónomos, G2 logró salir prácticamente indemne del encuentro. ¿Cómo fue eso posible? ¿Por qué sobrevivió G2 al voraz apetito gravitatorio de Sagitario A*, un auténtico "monstruo espacial" de 44 millones de km. de diámetro y con más de cuatro millones de veces la masa del Sol?

Ahora, un grupo de investigadores del Observatorio Europeo del Sur (ESO), confirma que el objeto no solo ha sobrevivido, sino que sigue siendo muy compacto y ni siquiera ha sido "estirado" o deformado por la enorme gravedad del agujero negro. Sagitario A*, por su parte, tampoco da muestra alguna de haber incrementado su actividad.

Una joven estrella
Utilizando el Very Large Telescope del ESO, los científicos han llegado a la conclusión de que G2, después de todo, no era una simple nube de gas como se creía. De hecho, es mucho más probable que se trate de una joven estrella en pleno proceso de formación, absorbiendo aún el material que la rodea.

Si G2 fuera solo una nube de gas, Sagitario A*, que duerme en el corazón de la Vía Láctea, nuestra galaxia, debería haberla dispersado a lo largo de toda su órbita, devorando la mayor parte de su materia y emitiendo al mismo tiempo destellos de energía como testimonio de su "almuerzo". Pero no fue así.

Los investigadores, dirigidos por Andreas Eckart, de la Universidad de Colonia, llevan varios años observando el centro galáctico a la espera del acontecimiento, y estuvieron especialmente atentos durante el "período crítico", entre febrero y septiembre del pasado año, justo antes y después de que, como era previsible, Sagitario A* hubiera tomado su aperitivo.

Pero las imágenes, tomadas con luz infrarroja, muestran que la nube era igual de compacta antes que después de su máxima aproximación a Sagitario A*, alrededor del cual, además, empezó a girar.

Utilizando el instrumento SINFONI del telescopio, los investigadores pudieron también medir la velocidad de la nube. Cuando se dirigía hacia el agujero negro y antes de alcanzar su aproximación máxima, G2 viajaba, alejándose de la Tierra, a unos 10 millones de km/h. Después de girar alrededor de Sagitario A*, G2 se movía, esta vez hacia nosotros, a 12 millones de km/h.

Monica Valencia, uno de los miembros del equipo, afirma que "fue asombroso ver cómo el brillo de la nube de gas permanecía igual de compacto antes y después de la máxima aproximación al agujero negro".

Además, los investigadores llevaron a cabo una larga serie de mediciones de la polarización de la luz procedente de la región del agujero negro con el instrumento NACO, revelando que el comportamiento de los materiales que rodean al agujero negro y que forman parte de su disco de acreción ni siquiera se inmutaron con la llegada de G2.

Lo cual sugiere que la nube de gas, en realidad, está rodeando un objeto mucho más denso y masivo. Andreas Eckart resume así las conclusiones del estudio: "Estudiamos todos los datos, especialmente el periodo de 2014 en el que se produjo el máximo acercamiento al agujero negro. Y no podemos confirmar ningún estiramiento significativo de la fuente, que desde luego no se comporta como lo haría si no tuviera un núcleo muy denso. Pensamos que se trata de una joven estrella aún rodeada de polvo".



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