Gracias al Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA), en Chile, un equipo de investigadores descubrió regiones en que ciertas moléculas orgánicas logran sobrevivir la intensa radiación en las cercanías de un agujero negro supermasivo en el centro de la galaxia NGC 1068, conocida también por los astrónomos aficionados como M77.
Se piensa que estas complejas moléculas a base de carbono se desintegran fácilmente con los rayos X y fotones ultravioleta (UV) que se propagan en los alrededores de los agujeros negros supermasivos. No obstante, nuevos datos aportados por ALMA indican que existen burbujas de tranquilidad incluso en estás tumultuosas regiones, probablemente gracias a densas áreas de gas y polvo que escudan las moléculas de la radiación letal.
El gas interestelar contiene una gran variedad de moléculas, y su composición química varía considerablemente según el ambiente. Por ejemplo, una zona donde se forman estrellas y que presenta temperaturas más elevadas que su entorno estimula la producción de ciertos tipos de moléculas mediante reacciones químicas que difícilmente se producen en zonas más frías. Esto permite a los científicos estudiar el ambiente (la temperatura y la densidad) de una zona de interés analizando la composición química de las moléculas presentes en ella. Como cada molécula tiene su propio espectro de emisión, podemos identificar la composición química y conocer el ambiente de un objeto lejano realizando observaciones con un radiotelescopio.
Gracias a este método, los astrónomos han estudiado con gran interés las zonas con brotes de formación estelar de las galaxias y las áreas circundantes de los núcleos de galaxia activos, conocidas como discos circumnucleares, sumamente importantes para comprender la evolución de las galaxias. Asimismo, las observaciones en radio de las emisiones moleculares son fundamentales para estudiar los mecanismos y el ambiente de estas zonas. Sin embargo, puesto que emiten ondas de radio muy débiles, no ha sido fácil observar estas moléculas, y con los radiotelescopios convencionales los astrónomos tardaban varios días en detectar las señales.
El equipo encabezado por Shuro Takano, del Observatorio Astronómico Nacional de Japón (NAOJ), y Taku Nakajima, de la Universidad de Nagoya, usó ALMA para observar la galaxia en espiral M77, ubicada en dirección de la constelación de Cetus (Ballena), a un distancia de aproximadamente 47 millones de años luz. Se sabe que M77 tiene un núcleo galáctico activo rodeado por un anillo con brotes de formación estelar cuyo radio alcanza los 3500 años luz.
Como el equipo ya había hecho observaciones de varias emisiones moleculares de esta galaxia usando el telescopio de 45 metros del Radiobservatorio de Nobeyama del NAOJ, buscaron ahondar en sus investigaciones usando la alta sensibilidad de ALMA así como su alta fidelidad, su capacidad para observar un amplio rango de longitudes de onda al mismo tiempo y su gran resolusión espacial; para identificar las diferencias en la composición química de los núcleos de galaxia activos y las zonas con brotes de formación estelar.
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