Hoy aterriza en Marte el módulo Schiaparelli, primera etapa del programa ExoMars de exploración de nuestro planeta vecino por parte de la Agencia Espacial Europea (ESA). El evento de hoy trata en esencia de demostrar que la ESA dispone de la capacidad tecnológica para depositar controladamente y operar un robot sobre la superficie de Marte, un logro que nunca antes ha conseguido. Si el aterrizaje de Schiaparelli es un éxito, supondrá un poderoso aval para el punto culminante del programa: la llegada en 2020 de un rover con la capacidad de perforar hasta 2 metros bajo el suelo, y de analizar las muestras obtenidas en la subsuperficie en búsqueda de posibles signos de vida marciana. Ese mismo año se unirá a ExoMars otro rover, Mars2020, de la NASA; estos robots pioneros continuarán las investigaciones que comenzaron sus predecesores Pathfinder, Spirit y Opportunity, todos de NASA. Lamentablemente, la estrategia astrobiológica que van a seguir tanto ExoMars como Mars2020 es muy poco ambiciosa y nada original, y además pende sobre ella una inminente fecha de caducidad. Veamos por qué.
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