Después de un largo y agitado debate no falto de polémica, los investigadores determinaron en 2013 que la nave Voyager 1 de la NASA había abandonado el Sistema Solar después de 36 años de viaje, convirtiéndose en el primer artefacto humano en lograr semejante hazaña y, por supuesto, en el que ha llegado más lejos. Aunque los científicos pensaban que el medio interestelar sería tranquilo, suave y silencioso, pronto se dieron cuenta de que no es precisamente un camino entre algodones.
Desde que la Voyager 1 está fuera de la heliosfera, la burbuja creada por el viento solar que abarca el Sol y los planetas de nuestro sistema, ha experimentado lo que llaman tres «tsunamis», tres ondas de choque que se producen cuando el Sol emite una eyección de masa coronal, arrojando una nube magnética de plasma de su superficie que es capaz de perturbar el plasma más denso entre las estrellas. La última onda, que comenzó el pasado febrero, todavía continúa propagándose hacia el exterior. Es la onda de choque de mayor duración que los investigadores han visto en el espacio interestelar.
«Estas ondas de choque parecen ser más comunes de lo que pensábamos», dice Don Gurnett, profesor de física en la Universidad de Iowa, que ha presentado estos resultados en la reunión de la Unión Geofísica Americana que se celebra estos días en San Francisco.
«El tsunami hace que el gas ionizado que está ahí fuera resuene o vibre como una campana», dice Ed Stone, científico del proyecto de la misión Voyager en el Instituto de Tecnología de California en Pasadena.
Esta es la tercera onda de choque que la Voyager 1 ha experimentado. El primer evento se produjo de octubre a noviembre de 2012, y la segunda onda entre abril y mayo de 2013 reveló una densidad de plasma aún mayor. La Voyager 1 detectó el evento más reciente en febrero, y está todavía en curso según los datos de noviembre. La nave espacial se ha movido hacia el exterior 400 millones de kilómetros durante el tercer evento.
«Este evento notable plantea preguntas que estimulen nuevos estudios sobre la naturaleza de las perturbaciones en el medio interestelar», afirma Leonard Burlaga, astrofísico del Centro Goddard de la NASA en Greenbelt, Maryland, que analizó los datos del campo magnético claves para estos resultados.
No está claro para los investigadores lo que puede significar la longevidad inusual de esta onda particular. También tienen dudas en cuanto a la rapidez a la que se está moviendo o la amplitud de la región que cubre. La segunda onda del tsunami ayudó a los investigadores a determinar en 2013 que la Voyager 1 había salido de la heliosfera. «La densidad del plasma es mayor cuanto más lejos va la Voyager», dice Stone. «Si eso es debido a que el medio interestelar es más denso según la Voyager se aleja de la heliosfera, o se trata de la propia onda de choque, no lo sabemos todavía», añade.
Gurnett, investigador principal del instrumento de ondas de plasma en la sonda, espera que estas ondas de choque se propaguen hacia el espacio, quizás incluso al doble de la distancia entre el Sol y donde la nave se encuentra en este momento.
Voyager 1 y su gemela, la Voyager 2, se pusieron en marcha con 16 días de separación, en 1977. Ambas naves sobrevolaron Júpiter y Saturno. La Voyager 2 también sobrevoló Urano y Neptuno. La Voyager 2, lanzada antes que su gemela, es la nave espacial con más tiempo en funcionamiento continuo y se espera que entre en el espacio interestelar en unos pocos años.
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