Un equipo internacional de astrónomos acaba de publicar en Science el descubrimiento, en el Universo primitivo, de un gigantesco agujero negro supermasivo que tiene la particularidad de estar creciendo a mucha más velocidad que la galaxia que lo contiene.
El hallazgo, que parece ir en contra de la razón y de la mayor parte de las observaciones de agujeros negros llevadas a cabo hasta ahora, ha desconcertado a los científicos. Un agujero negro es una región de espacio enormemente densa y masiva, y con una fuerza gravitatoria extraordinariamente fuerte y capaz de atraerlo todo hacia su interior, incluso la luz. Sin embargo, los agujeros negros suelen crecer al mismo ritmo de sus galaxias huéspedes, y no más deprisa.
Pero este no es un agujero negro como los demás. Se formó en el universo primitivo, unos 2.000 millones de años después del Big Bang. Apenas un 14 por ciento de su edad actual. Y, por supuesto, cuando se toparon con él los científicos no estaban buscando algo ni siquiera parecido. Sencillamente, el agujero negro crece tan deprisa que su galaxia anfitriona no consigue seguirle el ritmo.
El equipo de investigadores incluía astrónomos de la Universidad de Yale, de la ETH Zurich, de Harvard, de Hawaii, de Oxford, del Instituto Max Planck, en Alemania, y del Observatorio Astronómico de Roma. Todos ellos participaban en un proyecto de investigación destinado a comprender mejor cómo los agujeros negros supermasivos pueden alcanzar su enorme tamaño a través del tiempo.
«Pero nuestro estudio -afirma C. Megan Urry, de la Universidad de Yale y coautor del estudio- estaba diseñado para observar objetos convencionales, y no extraordinarios o exóticos. En concreto, este proyecto se dirigía específicamente a estudiar agujeros negros moderados que habitan en el centro de galaxias típicas que podemos ver en la actualidad. Para nosotros fue un shock encontrar un agujero negro tan descomunal a tanta distancia, en el espacio profundo».
Una masa de 7.000 millones de soles
De hecho, los estudios de campo profundo se llevan a cabo, normalmente, para identificar galaxias muy débiles. Para ello se apunta a regiones pequeñas de cielo durante tiempos muy largos, de forma que la porción de espacio que se examina en esta clase de investigaciones es relativamente pequeño.
Este agujero negro en particular, localizado en la galaxia CID-947, es uno de los más grandes descubiertos hasta ahora. De hecho, posee una masa equivalente a la de siete mil millones de soles.
Sin embargo, no fue eso lo que más sorprendió a los investigadores. Lo que realmente les dejó de piedra fue la masa de la galaxia anfitriona. «Las mediciones corresponden a la masa de una galaxia típica - explica el astrónomo Benny Trakhtenbrot, que ha dirigido la investigación-. Así que lo que tenemos es un agujero negro gigantesco dentro de una galaxia de tamaño normal». Los resultados eran tan sorprendentes que dos de los astrónomos tuvieron que verificar independientemente la masa de la galaxia, para garantizar que no se había cometido un error. Y los dos llegaron a la misma conclusión.
Agujeros en la mayoría de las galaxias
La mayoría de las galaxias, incluyendo a nuestra Vía Láctea, tienen un agujero negro en su centro, con masas que varían entre los millones y los miles de millones de masas solares. Pero el nuevo agujero negro no solo desafía los conocimientos previos sobre la forma en que las galaxias anfitrionas crecen en relación a sus agujeros negros, sino que también pone en cuestión la idea de que la radiación emitida por los agujeros negros en expansión limita el nacimiento de nuevas estrellas.
De hecho, los investigadores afirman que aún se forman estrellas en CID-947, y que la galaxia sigue creciendo. En el artículo de Science se indica que se trata de una precursora de las galaxias más extremas y masivas que se pueden observar hoy en día en el universo local, como la gigantesca NGC 1277, en la constelación de Perseo, a 220 millones de años luz de la Vía Láctea.
Pero si CID-947 sigue formando estrellas y haciéndose más grande, el crecimiento del agujero negro central de CID-947 es mucho más rápido que el de la galaxia, lo que contradice de lleno lo que se pensaba hasta ahora. Los investigadores esperan arrojar algo más de luz sobre la cuestión utilizando el radiotelescopio Alma, en Chile.
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