El sueño de la exploración espacial produce basura. Montones de basura. En concreto, según la NASA, en los 50 años de lanzamientos espaciales se han acumulado más de 22.000 piezas de desperdicios con un tamaño mayor al de un puño y unos 500.000 del tamaño de una cánica, sin contar con unos 1.000 armatostes aún mayores. La mayoría no son muy grandes y por eso en teoría no son demasiado peligrosos, pero como pueden viajar a velocidades de unos siete o diez kilómetros por segundo (los tanques disparan proyectiles a unos dos kilómetros por segundo)... Houston, tenemos un problema.
Estos residuos pueden producir daños en las naves espaciales, (valgan como ejemplo dramático las escenas de la película «Gravity»), y en algunos casos pueden incluso caer en la Tierra, como ha ocurrido esta semana en la provincia de Murcia. Los más pequeños se desintegran en la atmósfera gracias al rozamiento del aire, y los que no, suelen caer en los océanos porque son los que dominan la superficie terrestre. Sin ir más lejos, este viernes, un fragmento de basura espacial de entre uno y dos metros de longitud caerá en el océano. Los científicos le han llamado WT1190F.
«No me gustaría estar pescando justo ahí», rezongó Bill Gray, un científico que ha estado siguiendo la trayectoria del objeto para el JPL de Pasadena (California). Gracias a su trabajo y al de varios telescopios terrestres, los científicos pueden por primera vez seguir la trayectoria completa de un fragmento de basura espacial.
En este caso, se sabe que WT1190F tiene una órbita elíptica muy excéntrica (alargada), que le lleva a alejarse de la Tierra el doble de la distancia que hay entre nuestro planeta y la Luna. Gracias a los cálculos de Gray, se calcula que la entrada del cuerpo se producirá a las 07:19 de la mañana, y que impactará contra el océano a unos 65 kilómetros de Sri Lanka. El rozamiento de la atmósfera no podrá desintegrarlo, pero generará una llamarada visible durante unos instantes.
Un fragmento de nave espacial
Aunque no se sabe de dónde ha salido WT1190F, (en este sentido resulta curioso el parecido entre su nombre y la expresión inglesa «WTF?»), los estudios espectrales (analizan la radiación procedente de él) indican que se trata de un objeto poco denso, lo que sugiere que está hueco y que es de factura humana.
Para Jonathan McDowell, un astrofísico del Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics, en Massachussetts, podría tratarse de un fragmento de cohete de una misión a la Luna, o incluso de la época del programa Apolo. «Es una pieza perdida de la historia de la exploración espacial, que vuelve ahora para asustarnos», bromeó.
Vigilancia ante impactos
Sea como sea, desde que el objeto fue detectado en octubre por el Catalina Sky Survey, un programa basado en la Universidad de Arizona, Tucson, astrónomos de todo el mundo han estado siguiendo de cerca esta crónica de un impacto anunciado. Tal como explica la Agencia Espacial Europea (ESA), seguir toda la trayectoria de WT1190F «permitirá mejorar los modelos orbitales y de reentrada, e incluso ayudará a los científicos que estudian los NEOs (de «Near -Earth Objects), como asteroides y satélites».
De esto, podrán aprovecharse varios organismos cuya misión es vigilar el espacio en busca de amenazas para las naves y sondas uqe están en órbita o incluso para la tierra, como el programa SSA de la ESA o incluso las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos.
La amenaza del cielo
Entonces, ¿debemos estar preocupados por la caída de fragmentos de basura espacial? Según la NASA, la mayoría de los restos que caen en la Tierra son pequeños y se desintegran en la atmósfera. Entre los que sobreviven, caen en zonas inhabitadas por mera probabilidad, ya que la mayor parte de la superficie de la Tierra está cubierta por océanos, por la tundra o por las vastas extensiones siberianas.
Con todo, según sus cálculos cada año cae en la Tierra un fragmento de importancia, y hasta el momento no se ha confirmado ningún daño material o humano. Y en las alturas, donde el ser humano ha hecho una de las inversiones más importantes de la historia para hacer orbitar la Estación Espacial Internacional, los sistemas de vigilancia hacen que la nave se desvíe una vez al año para evitar impactos. Por si acaso, la nave va provista de un blindaje capaz de soportar impactos de objetos de un centímetro de diámetro que viajan a altas velocidades. Para no agravar el problema de la basura, las misiones espaciales deben seguir unos protocolos para minimizar la generación de residuos.
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