6/12/15

Una máquina para descuartizar las estrellas del universo

El mejor divulgador científico de la historia, el astrónomo estadounidense Carl Sagan, aparecía en un célebre capítulo de la serie Cosmos con una tarta de manzana. Cogía una porción y explicaba que, para llegar a tener un átomo en la mano, había que partir en dos esa ración, y cortar otra vez en dos una de las mitades resultantes y así 90 veces. “Si se quiere hacer una tarta de manzana partiendo de cero, hay que inventar primero el universo”, sentenciaba.

Si hay alguien que hace algo parecido a una tarta de manzana partiendo de cero es el físico José Ángel Martín Gago. El equipo encabezado por este investigador español ha recibido 15 millones de euros del Consejo Europeo de Investigación para construir una máquina que simule la muerte de una estrella. Martín Gago es el forense del universo.

“Todos los elementos químicos que hay en la Tierra, todos los elementos de los que estamos hechos, las moléculas que nos forman, todo se ha formado en una estrella. Las supernovas, las explosiones de estrellas, son una gran fábrica de complejidad química. Ahí se forman todos los átomos que forman la materia que conocemos”, explica el físico. Aproximadamente el 99% de la masa del cuerpo humano corresponde a seis elementos químicos: oxígeno, carbono, hidrógeno, nitrógeno, calcio y fósforo. "Somos polvo de estrellas", como decía Sagan.

El 99% de la masa del cuerpo humano corresponde a seis elementos químicos: oxígeno, carbono, hidrógeno, nitrógeno, calcio y fósforo
La máquina de matar estrellas ya cobra forma en el laboratorio de Martín Gago en el Instituto de Ciencia de Materiales de Madrid (CSIC). Cuando terminen de construirla, serán ocho metros de acero y vacío, en los que se recreará el periplo por el universo de las partículas expulsadas por una estrella moribunda. “En ese viaje, que en la realidad dura 50 años, las partículas van interaccionando con todo el gas que hay alrededor y se les van pegando cosas. Ese es el polvo cósmico. Y de ese polvo cósmico salen un montón de moléculas que luego se distribuyen por todo el universo”, detalla Martín Gago.

La máquina, bautizada StarDust (polvo de estrellas, en inglés), entrará en funcionamiento después del próximo verano. En ella, los científicos podrán, por ejemplo, soltar un átomo de carbono, como el que lanzaría una estrella agonizante, a 2.000 grados de temperatura. A lo largo de los ocho metros de StarDust, el átomo de carbono se enfriará, como lo haría en el espacio, y chocará con diferentes gases, como el hidrógeno y el monóxido de carbono. Los investigadores tendrán delante de sus narices las interacciones que se suceden en el espacio interestelar. “La aplicación principal es entender cómo funciona la naturaleza, esto es ciencia básica: cómo estamos hechos, cómo se forman las estrellas, cómo se forma la vida”, sentencia Martín Gago.

El laboratorio del físico español estaba “a punto de cerrar” por los recortes del Gobierno en ciencia, cuando en diciembre de 2013 el Consejo Europeo de Investigación anunció que concedía 15 millones de euros a su proyecto NanoCosmos. Ahora, lamenta, su principal obstáculo siguen siendo las trabas burocráticas del CSIC, que ya han hecho que algunos de los mejores científicos de España hagan las maletas y se vayan a otros países.

El laboratorio del físico José Ángel Martín Gago estaba a punto de cerrar por los recortes en ciencia
Martín Gago ilustra esa parálisis con un ejemplo. Su equipo comenzó a diseñar la máquina hace un año. En los últimos meses, las piezas de StarDust, por valor de 1,5 millones de euros pagados con los fondos europeos, llegaron a su laboratorio, pero los científicos olvidaron encargar enchufes para conectar la máquina. Ahí entró la burocracia del CSIC. “Normalmente, si tienes dinero, vas y compras una regleta. Aquí no. Aquí tienes que hacer un papel, ir a no sé dónde a presentar la solicitud, y tardas tres semanas en comprar una regleta”, deplora el físico, que lidera el proyecto NanoCosmos junto a los astrofísicos José Cernicharo, de su mismo centro, y Christine Joblin, del CNRS francés.

“Este proyecto tiene una parte de aprovechar la ocasión y la ocasión es que va a empezar a funcionar a toda potencia uno de los mayores radiotelescopios que hay en la Tierra, que es ALMA, en Chile”, apunta Martín Gago. ALMA, formado por 66 antenas agrupadas en un llano a 5.000 metros de altitud en el desierto de Atacama, está diseñado para captar ondas de radio emitidas en el espacio. Los astrónomos son capaces de interpretar esos colores invisibles para nuestros ojos para saber qué los ha emitido. Así pueden, por ejemplo, averiguar la composición de una nube de polvo cósmico.

ALMA —fruto de una colaboración entre el Observatorio Europeo Austral, EE UU, Japón y Chile— será capaz de leer las huellas digitales de moléculas complejas formadas en el espacio y poco conocidas, o ni siquiera descubiertas, en la Tierra. “Los astrónomos están desbordados porque no tienen modelos. Nosotros con StarDust vamos a poder proponerles modelos, simular cosas que pasan para ver si eso corresponde con lo que están viendo allí fuera”, celebra Martín Gago.



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