Las últimas observaciones hechas por la Voyager 1, el objeto de fabricación humana más alejado de la Tierra, sugieren que la nave, a unas 17 horas-luz de la Tierra, está claramente más cerca de llegar al espacio interestelar que tiempo atrás.
La última región que la sonda espacial deberá atravesar antes de dejar la heliosfera, y salir al medio interestelar, es descrita por los científicos como una autopista magnética para partículas cargadas, debido a que las líneas del campo magnético de nuestro Sol están conectadas con líneas del campo magnético interestelar. Esta conexión permite que partículas cargadas de menor energía originadas en el interior de nuestra heliosfera (la burbuja de partículas cargadas que expele nuestro Sol a su alrededor) se aceleren, y también posibilita el que partículas de mayor energía provenientes del exterior entren dentro. Este conjunto de fenómenos representa de hecho a dos de las tres señales de la entrada en el medio interestelar que los científicos necesitan ver para confirmar que la nave ha llegado definitivamente al espacio interestelar. La tercera señal, aún no captada, será un abrupto cambio en la dirección del campo magnético, que indicaría la presencia del campo magnético interestelar.
La frontera interestelar por la que vuela la Voyager 1 es una región exótica para la ciencia, sin apenas paralelismos con las zonas del espacio interplanetario exploradas desde el inicio de la Era Espacial. En esta frontera se detectaron, por vez primera, los rayos cósmicos de baja energía, originados en estrellas moribundas. Además, algunos de los cambios en el entorno percibidos en los meses que la Voyager 1 lleva surcando esta frontera han sido muy abruptos, manifestándose en cuestión de 24 horas. Por ejemplo, la nave se encontró con una espectacular y rápida desaparición de partículas solares. La incidencia de esas partículas en el entorno de la Voyager 1 disminuyó su intensidad en más de 1.000 veces, "como si hubiera una colosal aspiradora", en palabras de Stamatios Krimigis, principal investigador del instrumento de partículas cargadas de baja energía, que trabaja en el Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins, en Laurel, Maryland, Estados Unidos. "Nunca antes habíamos visto tal disminución, excepto cuando la Voyager 1 salió de la enorme magnetosfera de Júpiter, hace 34 años".
Los científicos no saben exactamente cuánto más tiene que avanzar la Voyager 1 para alcanzar el espacio interestelar. Estiman que podría tardar varios meses, o incluso años, en llegar allí. La heliosfera se extiende por lo menos 13.000 millones de kilómetros (8.000 millones de millas) más allá del conjunto de todos los planetas de nuestro sistema solar. Está dominada por el campo magnético del Sol y por un "viento" ionizado que se propaga hacia el exterior desde el Sol. Fuera de la heliosfera, el espacio interestelar con el que se topará la Voyager 1 contiene mayormente partículas de otras estrellas y el campo magnético presente es el de esta región de la Vía Láctea.
La Voyager 1 despegó de la Tierra en 1977. Su tecnología, que en aspectos tales como la computación, puede considerarse obsoleta en términos de lo que hoy es común, destaca sin embargo por su formidable longevidad. Después de tanto tiempo de servicio, esta reliquia de la ingeniería de los años 70 sigue protagonizando una de las aventuras científicas más importantes de la historia de la humanidad. De hecho, su misión futura abarca contingencias tales como el encuentro, dentro de muchos miles de años, con una civilización extraterrestre. La nave está preparada para servir de embajador cósmico de nuestro planeta si se da el caso y, a tal fin, lleva información sobre la especie humana y la Tierra, a modo de mensaje de paz. La información fue preparada lo mejor posible para que perdure por un tiempo larguísimo y para que pueda ser descifrada por inteligencias extrahumanas.
Fuente
Web http://grupogabie.blogspot.com/
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